martes, 15 de mayo de 2012

¿Galicia, mediterráneo y Andorra?


Hay un lugar en el que hubo una encina tan grande y llamativa que fue punto de referencia para lugareños y viajeros hasta tal punto que aquel enclave acabó por recibir su nombre: A Serra da Enciña da Lastra, situada en el noreste de la provincia de Ourense, en la comarca de Valdeorras, lindando con O Barco y Carballeda de Valdeorras del lado ourensano, Quiroga en Lugo y Oencia y El Puente de Domingo Flórez en León.

Una singularidad de este enclave es que su clima es mediterráneo en mayor medida que el resto de su provincia, característica resaltada por la vegetación dominante de la citada encina, junto con el alcornoque, olivo, jara, tomillo, lavanda, madreselva, algarrobo y otras especies poco comunes en la mayor parte de Galicia, además de pinos, castaños, loureiros, vides, cerezos, nogales y otros muchos frutales que, según en qué punto de la sierra, unden sus raíces en terrenos pizarrosos o calizos, tal es la variedad de los suelos.

Manantial ferruginoso
Un buen día nuestro amigo Paco propuso pasar un fin de semana en ese lugar para conocerlo y practicar nuestro deporte favorito, correr por el monte, lo que nos vendría muy bien para entrenar de cara a nuestro gran reto del año, el Andorra Ultra Trail. De ahí la conexión del título de este artículo. Galicia, mediterráneo y Andorra.
Pues bien, dicho y hecho, en pocos días cerramos el acuerdo y los detalles para el viaje y alojamiento en la aldea de Vilar de Silva, trasladándonos 7 integrantes de Coruña Trail para alojarnos en la Casa Chao do Prao, un establecimiento realmente recomendable, perfectamente restaurado y mejor atendido.

Ruta de viaje
Tras un sencillo viaje desde A Coruña, llegamos dispuestos para nuestra primera salida dirigiéndonos a la población de Covas, que da nombre a la estación de ferrocarril del municipio, una bonita ruta en la que tomamos contacto con las especies vegetales ya citadas, unos desniveles apreciables y restos de arqueología industrial en forma de un gran horno de cal, ya en desuso, que durante años sirvió para transformar la abundante piedra caliza de la zona en cal para la costrucción. Un sol implacable hacía que el calor reinase de manera rotunda haciéndonos sudar como hacía muchos meses que no experimentábamos, algo que, aunque duro, es de agradecer de cara a ir adquiriendo la aclimatación necesaria para el probable calor pirenaico del mes de julio. Tras unas 4 horas trotando, caminando, admirando paisajes y realizando fotos (no todo va a ser sudar) con un recorrido aproximado a la Ruta do Val do Sil dentro del citado parque natural, llegamos de vuelta a nuestra base de operaciones con 18 Km en las piernas para darnos una merecida ducha y reparadora comida. Después vendría un rato de descanso previo a una caminata para visitar otra de las singularidades de la zona, las cuevas naturales formadas por el lento e incesante desgaste del agua en la piedra caliza, concretamente visitamos la “Cova do oso gigante” en la que, al parecer, se han encontrado restos fósiles de gran antigüedad, pasando también por soutos de castaños y las orillas del Sil remansado en el embalse de Peñarrubia. El final de la jornada lo dedicamos a rehidratarnos y alimentarnos del mejor modo posible para afrontar la siguiente jornada sin acusar el desgaste de este primer día. Cambiamos la televisión por la tertulia y los astros de un cielo estrellado mucho mas nítido de lo que estamos acostumbrados.

 
Comienzo en subida

 Encinas entre la niebla

Souto de castaños

Decidimos madrugar para la jornada dominical y así aprovechar bien la mañana, dedicando unas 5 horas a un recorrido que nos alejaría del río Sil, el día amaneció nublado regalándonos un comienzo de ruta en el que disfrutamos de un ambiente fresco contrapuesto al del día anterior, aunque finalmente el sol acabó por imponerse, tomamos el camino que lleva a Biobra en donde visitamos el centro de interpretación del parque natural, desde donde continuamos para realizar la conocida como Ruta das Galegas que nos llevaría por enclaves de singular belleza hasta las inmediaciones de la población de Oulego con los imponentes Penedos de Oulego en frente, desde donde desandamos el camino para acabar completando unos 28 Km que dejaron bien a las claras quienes están en mejor forma pero, sobre todo, que el grupo progresa adecuadamente para llegar al mes de julio en buena forma. Aún así podrán asaltarnos dudas, que si llegaré preparado, que si aguantaré tantas horas de esfuerzo, que si aparecerá una inoportuna lesión durante la preparación, si valgo para esto... en fin, nuestras mas o menos pronunciadas flaquezas que en algunos momentos podrán ser nuestro run-run mental que habremos de doblegar igual que a las cuestas o los kilómetros, ya se ocuparán nuestra motivación y confianza de mantenernos en el camino que nos conduzca a nuestro objetivo. 
(fotografía de J.L. Calleiras)

Hubo desniveles pero sin excesiva dureza, caminos fáciles y amplios, rutas angostas, tramos técnicos con grandes piedras, un poco de asfalto, zonas muy cerradas que nos envolvían en forma de túnel vegetal, grandes prados, muros de piedra y espacios abiertos, un paisaje que nunca nos aburriría y lograba sorprendernos a cada paso por la variedad de las especies vegetales ya comentadas, parte de las cuales no son frecuentes a nuestra vista, mas habituada al bosque atlántico.

                                                      Impresionante acantilado sobre el Sil
           Paco             Rafa             Manuel              Candi              Ezeq                   Luis               Paula
Un alto para comer algo

Tras los necesarios estiramientos y el aseo, llegó el turno de la comida en la terraza del restaurante, disfrutando de una excelente comida que, como no, fue dominada por una animada tertulia avivada por las recientes impresiones de esta doble jornada, después vendría un rato de descanso durante el que aprovechamos para echar el primer vistazo a las abundantes fotografías realizadas para, llegada la media tarde, poner punto y final a esta experiencia.
Tertulia y comida
 Vides




La vegetación en general y las flores en particular inundaban el aire de aromas


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